Alimentos, fertilizantes y medioambiente

Por Tomás Menéndez

La creciente demanda de alimento en el mundo requiere de estímulos para lograr un mayor desarrollo de los cultivos y así suplir la demanda. Se estima que actualmente 48% de la población se alimenta de cultivos que fueron alimentados por fertilizantes sintéticos. Además, el aumento poblacional hace que sea indispensable la utilización de los mismos para asegurar la provisión de alimentos demandados. Se calcula que para el 2050 la población crecerá en un 20%.

Si bien los fertilizantes nitrogenados mejoran notablemente la producción alimentaria, estos son responsables de la emisión de 2,6 gigatoneladas de CO2e cada año (2,6 toneladas de CO2e por cada tonelada de fertilizante). Esto equivale al 5% de las emisiones totales de gases de efecto invernadero. Además de los nitrogenados, que son los más utilizados, se deben tener en cuenta los fertilizantes fosfatados y potásicos, responsables de 1,7 toneladas de CO2e y 0,6 toneladas de CO2e por cada tonelada de fertilizante, respectivamente.

Al contrario de lo que se podría intuir, dos tercios de las emisiones que generan los fertilizantes se generan luego de haber sido aplicados, mientras que sólo un tercio de las emisiones son como consecuencia de la etapa productiva. Las plantas no absorben por completo sus nutrientes, por lo que lo restante es metabolizado y liberado como N2O durante el proceso de desnitrificación, siendo este un gas con un gran potencial de calentamiento global, lo que lo vuelve un gran contribuyente al efecto invernadero.

Además de las ya mencionadas emisiones de gases de efecto invernadero, la utilización de fertilizantes tiene otras consecuencias negativas para el ambiente y las personas. Un ejemplo de ello es que, al no ser absorbidos por completo como se mencionó previamente, entran en contacto con aguas subterránea por percolación o con las superficiales por escorrentía, produciendo eutrofización de dichos cuerpos de agua. Por otra parte, son responsables del aumento de los niveles de metales pesados ya presentes en el suelo y de la acidificación del mismo, lo que afecta su calidad.

A pesar de estas consecuencias en el ambiente, en la actualidad su utilización es necesaria para la producción de alimentos y, en consecuencia, se debe lograr que su uso genere el menor impacto posible. Uno de los aliados de ALPA, Agri Liquid Solutions Argentina, es productor de fertilizantes líquidos fosfatados y recientemente realizó la medición de su huella de carbono como un paso más en su camino de la sostenibilidad. Es importante destacar que los fertilizantes líquidos generan menos emisiones de CO2 y N2O en comparación a aquellos que se aplican en fase sólida.

ALS Argentina, uno de los aliados de ALPA que produce fertilizantes líquidos fosfatados.

Para lograr la reducción de las emisiones se están comenzando a aplicar diversas acciones. Por ejemplo, la aplicación de energías renovables durante la producción de amoníaco es fundamental para que este sea neutro en carbono (amoníaco verde).

En cuanto a las fases posteriores a la producción, se ha detectado que las cantidades de fertilizantes utilizadas son excesivas y no son aplicadas de la manera correcta. En consecuencia, utilizar las cantidades adecuadas de fertilizante, escoger el tipo correcto, aplicarlo en el tiempo y lugar correspondientes, resultan fundamentales para la reducción de las emisiones. Esto puede potenciarse aún más con medidas como el intercropping (asociación de cultivos), lo cual aumenta el rendimiento del suelo y por lo tanto la demanda de fertilizantes.

Es importante la aplicación de todas las medidas mencionadas, pudiendo reducir así las emisiones hasta en un 80% para el 2050.

Fuentes: Science Direct, Link Springer, Neville Millar



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