Las olas de calor cada vez más frecuentes e intensas a causa del cambio climático —como la que estamos viviendo esta semana en España— obligan a los ciudadanos a convivir con temperaturas extremas en muchos momentos del verano. Este fenómeno es todavía peor en las ciudades por el denominado efecto isla de calor —la acumulación de radiación en el asfalto y hormigón—, que hace que los termómetros suban aún más en los entornos urbanos. En este contexto, algunas urbes están habilitando refugios climáticos para hacer frente a esta situación, aunque el concepto es todavía muy incipiente.
¿Qué es un refugio climático?
“Los refugios climáticos son instalaciones públicas, como bibliotecas, colegios y otros equipamientos sociales que, sin perder su función, abren en verano, tienen una temperatura más fría, sombras y agua disponible para beber”, explica Javier Martín-Vide, catedrático de Geografía Física en la Universidad de Barcelona (UB). “También pueden ser espacios descubiertos al aire libre, como parques con una vegetación abundante, sombra espesa, láminas de agua, y fuentes”, añade. La red de ciudades por el clima C40 los define como “espacios que las urbes habilitan temporalmente para ofrecer refugio refrigerado a los ciudadanos”, y cree que se pueden incluir también espacios privados de uso libre.
¿Qué características debe tener?
Según el Ayuntamiento de Barcelona, “se trata de espacios que proporcionan confort térmico a la población, sobre todo cuando hay temperaturas extremas. Deben tener buena accesibilidad, proporcionar áreas de descanso confortables —como sillas o bancos—, ofrecer agua gratuita y ser seguros para la población vulnerable”. Josep Roca, catedrático emérito de la Escuela de Arquitectura de la Universidad Politècnica de Cataluña (UPC), señala que “son lugares que permiten resguardarse a la población vulnerable y poder soportar las temperaturas más extremas”. Además, “es fundamental que las administraciones avisen de dónde están para que la población pueda conocer dónde tiene el más cercano”, continúa este experto en olas de calor.
¿Qué ciudad ha sido pionera en España en instalarlos?
Barcelona es la urbe española que en 2019 inició con el primer plan de refugios climáticos del país; ese año, habilitó 10 escuelas para que sirvieran como lugar fresco para los ciudadanos. La idea se ha ido extendiendo cada verano y ahora la capital catalana cuenta con 227 espacios que sirven para este fin, entre los que se incluyen escuelas, centros cívicos, bibliotecas, museos y otros equipamientos públicos, así como parques. Cuentan con una web municipal donde identificarlos —con su ubicación, su horario y sus características— y cada uno de ellos tiene un cartel identificativo y visible en su entrada. “Barcelona es pionera en este tema, y también se está haciendo en otros municipios del área metropolitana barcelonesa, pero en otros lugares es todavía muy incipiente”, incide Roca.
¿Qué otras urbes españolas los tienen?
Bilbao cuenta con una red de 130 refugios climáticos frente al calor extremo, “distribuidos a lo largo de toda la ciudad y debidamente identificados”, entre los que engloba bibliotecas, centros cívicos, equipamientos deportivos, estaciones de transporte, museos y salas de exposiciones. “Son espacios interiores y exteriores en los que todas las personas pueden permanecer durante el tiempo necesario para descansar y refrescarse en las horas de más calor, amortiguando de esta forma los efectos del calor extremo en sus organismos”, apunta un portavoz municipal. El Consistorio bilbaíno incluye además varios centros comerciales. “A un centro comercial puede acudir cualquiera, el problema es que suelen estar lejos de los barrios. En cualquier caso, lo fundamental es que haya una buena red pública”, apunta Roca. La urbe ha editado un mapa con todos sus refugios.
En el resto de España, tan solo hay experiencias incipientes. Vitoria ha identificado este año 449 equipamientos y parques que pueden servir para hacer frente a episodios de temperaturas extremas, pero no ha respondido a este diario sobre si ya ha puesto en marcha la red. Sevilla habilitó el año pasado tres centros cívicos como refugios climáticos, pero no ha ofrecido datos a EL PAÍS de si va a repetir la experiencia. Málaga anunció su intención de llevar a cabo un plan en este sentido, y apunta que está todavía trabajando en el diseño de la red. En Madrid, el Consistorio rechazó el año pasado habilitar este tipo de instalaciones, y no ha aclarado si habrá novedades en este curso.
Mientras, en Murcia, el cambio de gobierno municipal (del PSOE y Ciudadanos a PP) ha dejado en suspenso la puesta en marcha de una red con una treintena de refugios climáticos que había empezado a tramitarse en mayo, y que incluía museos, bibliotecas, centros juveniles y otros edificios municipales, informa Virginia Vadillo. En Valencia, no hay identificada una red específica, pero la consultora Green Urban Data trazó en 2018 un mapa de posibles refugios climáticos en la ciudad en caso de ola de calor, entre los que seleccionó museos, bibliotecas o jardines como el del Túria, informa Cristina Vázquez.
¿Funcionan a cualquier hora?
La mayoría de los equipamientos públicos funcionan en horario diurno, y algunos incluso reducen su horario en agosto: es lo que ocurre en Barcelona, que cierra casi la mitad de sus refugios en ese mes y limita el horario de otros. Lo mismo ocurre con los centros comerciales, que solo abren en horario comercial. “Por ahora estos lugares tan solo abren de día, pero las noches tropicales son muy peligrosas para la salud. En el futuro habría que plantearse abrir algunos por las noches”, apunta Roca.
¿Hay también en otros países?
Sí. La red de ciudades C40 señala que hay urbes que han cartografiado este tipo de instalaciones (que denominan centros de refrigeración, lugares de enfriamiento, refugios climáticos e incluso de otras formas), como Toronto, Nueva York y Washington D.C. “París tiene zonas que denomina islas de frescor”, dice Martín-Vide. Mientras, Atenas, Róterdam y la propia París han puesto en marcha la aplicación Extrema, que evalúa la vulnerabilidad al calor de los usuarios y los dirige al centro de refrigeración más cercano.
Fuente: Miguel Ángel Medina para El País.